fantasma ochomil

No puedo evitar pensar en Lorena esta fría mañana en enero. Una mujer dulce y con carácter luchador. Tiene un cuerpo de vértigo y un gusto destructor por los hombres complicados. Su último amor es un fantasma. No sabemos nada de él. Nunca le hemos visto.

Pepe no quiere conocer a sus amigas, prefiere ir a casa de Lorena, o salir con ella a solas. Estoy segura que disfruta a rabiar de su compañía, y de su anatomía. Demuestra poco interés en Lorena, no quiere comprometerse ni compartir ciertas facetas de su vida. Dice que ya le han roto el corazón y no quiere que se lo vuelvan a romper. Una excusa que de por típica no es menos mentira. Llevan así casi un año de lucha. Ella intentando quitarle el miedo a la vida y él queriéndola a medias.

Mi amiga es una buena chica con vicios legales: tabaco, alcohol y hombres guapos. Es una luchadora nata. Piensa que luchando consigues lo que quieres y tiene razón, pero hay veces que no merece la pena luchar por cosas que en el fondo nos van a matar.

Me recuerda a esos escaladores que mueren intentando culminar un ochomil. Siempre pienso: qué sentido tiene su muerte y si habrá valido la pena morir por una cumbre. Seguro que no. Lo mismo pasa con los hombres ochomil, puede que llegues a culminar uno, pero lo más seguro es que te mates en el intento, que sufras, que te hagas daño y al final pierdas demasiadas cosas sin llegar ni al campamento base.  Pero las pasiones son así, irrefrenables. Lorena  no dejará de intentarlo, también es una mujer apasionada.

Confío en que un buen día se dará cuenta que es mejor irse de paseo tranquilamente por la sierra de Guadarrama, a aguantar con un tío que se lo pone tan díficil.

pie de foto: El K2 es una montaña en el Karakórum, una sección de la cordillera del Himalaya