el prefijo poseso

Tengo los pies fríos. Eso me incomoda. Quizá es porque hoy hace mucho frío afuera. O porque estoy destemplada. No he salido de casa, pero los rayos del sol tardío se filtran por las persianas del salón. Paso las horas muertas, o mejor, mato las horas leyendo y pensando, recordando. Este aire invernal que se cuela por las rendijas de las ventanas me hiela los pies. Es una sensación muy desagradable, me evoca la muerte.

La bata de franela que llevo desde la mañana hace que parezca una enferma, convaleciente de amor en una casa plagada de fantasmas. Noto muy poco a poco la recuperación. El salón es mi mazmorra, se ha vuelto mi territorio. Por lo menos ya he salido del dormitorio. Mi vida se ha llenado del prefijo de-. Una bobada mía cuando ya no sé qué más pensar. La esperanza de volver a verte está casi muerta, desesperada. El consuelo de tu cuerpo es sólo imagen en mi cerebro, desconsolada. Mi ánimo se ha partido desde que no he vuelto a ver tus ojos, desanimada. Las ilusiones que tenía puestas en la vida, en una vida posible cerca de ti, las estrangulaste, desilusionada. Mi cama sin hacer y mi alma, deshecha. Mi mente dando vueltas encerrada en tu boca, demente...

Voy a darme una ducha caliente hasta que el agua ardiendo haga mi piel humear y borre por unas horas los restos de mi determinación, de terminación. Una esperanza absurda, la mancha de tu amor volverá a salir, debería usar un desinfectante, que limpie tu rastro de mi tacto.

Después de la ducha, me vestiré de persona cuerda; veré a mi amigos, los vivos y los licores. Intentaré por todos los medios comportarme como un ser racional. La melena bien peinada, las medias sin carreras, los zapatos limpios y la mirada tierna. Que nadie se dé cuenta que soy una desposeída, ya no me posees por las noches ni calientas mis pies helados.

A lo mejor es una depresión común o tan sólo un desamor.