del hombre es la necesidad
de abandonar la prisión de su soledad
El arte de Amar, Erich Fromm
Cuando eramos pequeños siempre te miraba desde lejos. Pocas veces me atrevía a hablarte. Me sigue pasando ahora, y ya no eres un chico mayor y ni yo una niña. Recuerdo verte casi siempre solo, ocupándote de la piscina, sin prestar en el fondo ninguna atención a lo que dentro pasaba. Siempre me ha impresionado ese aire tuyo de autoridad, supongo que radica en tu forma de hablar, entre cariñosa y muy segura. Te sentabas a la sombra de un sauce, era un sauce pequeño, cerca del bordillo.
Eras alto y espigado, te acomodabas en borde de la silla de plástico y estirabas tus largas piernas. Tenía diez años y me moría por verte cada mañana en la esquina de la piscina. De vez en cuando te acercabas a ver que hacíamos. Me saludabas desde arriba, yo me quedaba sentada en la toalla. Nunca se me ocurría nada que decirte. Más veinte años después me has reconocido que te diste cuenta de todo, que desde lo alto me mirabas las tetas incipientes. Nunca quisiste demostrarme nada, yo era demasiado pequeña a tus ojos, y creo que todavía me ves así.
Ese trabajo te gustaba, pasabas horas solo, mirando el agua. Observabas desde lejos sin querer implicarte. Verte subir la calle a las cinco de la tarde, con tu paso cadencioso y tu bañador naranja siempre me puso nerviosa. Es curioso, tuve la misma sensación aquel día, al verte a la puerta de mi casa, tantos años después. Nada ha cambiado en mi, sigo siendo esa niña que fui cuando te miro.
A los diez no sabía lo que sentía por ti, después lo aprendí. Mi amor era casi tan grande como mi admiración, fuiste mi primer príncipe, tal vez el único, el inalcanzable. Casi pienso que en todos estos años sólo he buscado reflejos tuyos en otros hombres. El reflejo de esos ojos pardos, grandes, sinceros y acuosos, honestos. Cuando me miras, sé que me ves por dentro. Cuando me tocas te reconozco de otras vidas.
Te imagino en tu soledad, esa que has elegido y comprendo porque la buscas. La buscas para poder empezar a quererte de nuevo, porque te has perdido. Yo aquí sigo, guardando tu sitio a mi lado, en la cama, en el cine, cuando voy al banco o me corto el pelo. Tu vas siempre conmigo, no quiero renunciarte. Aunque tú me lo pides.
El amor es una elección. Te elegí y elijo amarte a ti. Te elegí hace más de veinte años, no voy ahora a tirar la toalla. Aunque esté sola, nunca me sentiré sola porque vas conmigo. No me importa si tú me amas, sólo me importa amarte.
A los diez no sabía lo que sentía por ti, después lo aprendí. Mi amor era casi tan grande como mi admiración, fuiste mi primer príncipe, tal vez el único, el inalcanzable. Casi pienso que en todos estos años sólo he buscado reflejos tuyos en otros hombres. El reflejo de esos ojos pardos, grandes, sinceros y acuosos, honestos. Cuando me miras, sé que me ves por dentro. Cuando me tocas te reconozco de otras vidas.
Te imagino en tu soledad, esa que has elegido y comprendo porque la buscas. La buscas para poder empezar a quererte de nuevo, porque te has perdido. Yo aquí sigo, guardando tu sitio a mi lado, en la cama, en el cine, cuando voy al banco o me corto el pelo. Tu vas siempre conmigo, no quiero renunciarte. Aunque tú me lo pides.
El amor es una elección. Te elegí y elijo amarte a ti. Te elegí hace más de veinte años, no voy ahora a tirar la toalla. Aunque esté sola, nunca me sentiré sola porque vas conmigo. No me importa si tú me amas, sólo me importa amarte.
Los príncipes azules son para siempre.
ResponderEliminarYa sabemos que la vida no es sino un continuo elegir. Tu lo has hecho. No me queda mas que desearte suerte y que tu amor te sea devuelto.
ResponderEliminar...es un bonito deseo, Forma. No creo que yo pueda hacer nada para que se cumpla. Simplemente vivirlo, además como dice Solateras, un príncipe azul es para siempre. En el fondo, es más intenso este amor platonizado...
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