Ya ha pasado el famoso puente de la Inmaculada o de la Constitución, dependiendo del contexto.
No tenía muchos planes y eso que me lo había cogido desde hacía semanas. Sin tener claro a dónde quería ir o qué hacer con esos días festivos me sentía algo perdida. La idea en un principio era irme a Roma....pero esa es otra historia para otro post. Al final, como es mi costumbre, mis expectativas superaron la realidad y me quedé sólo con la fantasía de haber ido a Roma, que por otra parte tampoco es moco de pavo.
Viendo que la cosa no prosperaba y que se acercaba el famoso puente de diciembre (vulgarmente conocido) sin planes glamoursos, me decidí a darme por contenta con disfrutar de Madrid y de lo que mis viejos amigos, que no salían de puente, tenían que ofrecerme. Y así, con resignación, comenzaron las minivacaciones.
Me emborraché hasta la indecencia el viernes, eso era por la alegría de no trabajar el sábado. Bailé, canté e intenté infructuosamente llevarme a un chulazo a la cama. Mucho mejor que no, porque me hubiera arrepentido al día siguiente.
El sábado dormí, comí y dormí hasta que se hizo de noche. Hora en la que me preparé para hacer el crápula otra vez, con la excusa de no tener plan decente para el puente. Quedé con las chicas y nos tomamos unas copas en el bar de Luis, pero la melancolía ya se había instaurado en mi corazón y no hubo gin tonic que la sacara de allí. Me fui pronto a la cama pensando en que es grande tener amigos. Un pensamiento que consoló el vacío en mi alma y en mi cama.
El domingo, en el ecuador del puente, cuando ya pensaba que estaba todo perdido, me puse a chatear con cualquiera que quisiera escucharme. Me conecté y vi a Oscar en el skipe. Maldita sea, ¡qué dependiente me estoy haciendo de la tecnología para comunicarme!. El caso es que me dijo que me fuera a Aldeanueva de Barbarroya, en Talavera, a verle. Eran las siete de la tarde. De pronto vi claro que tenia que ir, visitar a mi Oráculo en el corazón de Castilla, era lo que el puente me deparaba.
Me habló, me escuchó y lo más importante, soportó mi melancolía sin rechistar. Su revelación me devolvió me abrió el alma. No es bueno planear algo grandioso en Roma, porque lo verdaderamente grande suele estar tan cerca como Talavera.
(Pie de foto: Arriba: Puente romano sobre el río Tiber. Abajo: Puente romano sobre el Tajo)
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