miércoles, 10 de febrero de 2010

contacto por invocación

Los hombres 
sólo reaccionan
a la falta
de contacto*

Es una frase que se me quedó grabada leyendo un libro sobre relaciones que me regaló mi madre, en su afán para que encuentre un buen novio. Un gran absurdo aburrido, mal escrito y lleno de chorradas que nunca pude llegar a terminar, ni siquiera el primer capitulo. No suelo terminar los libros que no me enganchan, tenemos poco tiempo en el tierra y muchos libros que leer.

Es una frase a la que no me he podido atener, pero se me quedó grabada porque encuentro que tiene mucho sentido tanto en el plano físico, como en el tecnológico. No obstante, me cuesta no contactar, tanto físicamente como tecnológicamente. Sobre todo si las personas me importan, y peor si las personas me gustan. Siempre, al final, me rindo y termino dando señales de vida. Demasiado pronto, supongo. En el momento que me rindo en esa guerra de silencios, los hombres saben que han ganado la batalla. He comprobado que es así. Ahora no tengo ni ganas de llamar, y es ahora cuando ellos me llaman. Menos Emilio.

Siempre me digo que tengo que aguantar. No decir nada, y esperar. Luego, un suceso cotidiano: conducir calle abajo o un simple tomate, me recuerda a ti. Siento el impulso de llamarte, de decirte que te echo de menos, que sigo respirando y que en Madrid está lloviendo. Quiero escribirte y decirte que te quiero, que te querré siempre. En plan quinceañera. Decirte que aquí sigo, soñando con tu silueta y con tus manos en mis caderas, medio tarada, conteniendo mis ganas de morderte los labios, mis ganas de tu aliento en mi cuello y tu calor en mi pelo. Mis ganas locas de tenerte en mi interior. Me has vuelto una puñetera quinceañera.

Hace un par de meses que te has ido, hace un par de semanas que no te mando ningún mail, y tú parece que estás bien, situándote en tu nueva geografía, son tus palabras en tu última respuesta. Mi último sms no obtuvo respuesta. Normal. Fue una verdadera puñalada.

Salgo de casa, por la tarde, cuando ya no puedo soportar las cuatro paredes. Tomo la salida que me lleva al norte por inercia. Pienso en cómo serán las calles que rodean tu nueva casa. ¿Serán tan grises como las de Madrid?. En el color de los techos de tu habitación y los azulejos del baño. ¿Seguirán siendo rojos y blancos? Sin darme cuenta conduzco hacia tu antigua casa, sin miedo a cruzarme contigo. Sumida en el pasado pongo el piloto automático y mi coche se guía por tu recuerdo. Paso el casino y el club, y me acuerdo de las noches en las que me secuestrabas para cambiarme la vida.

Entro en tu pueblo, Torre de los Ogrones, casualmente el pueblo dónde fui a la universidad para estudiar las artes que hoy no me dan de comer. Hace meses que no quiero venir. Me trae recuerdos de noches de alcohol y mañanas nubladas. Pongo el intermitente y miro al asiento del copiloto. Te imagino, te invoco, te llamo desde mis entrañas. Tú te presentas como un fantasma a mi llamada, con tu jersey gris de cuello caja y tu camisa blanca. Sonrío a la nada, la nada en la que vas sentado, y allí estás tú. Igual que la última noche que te vi. Me sonríes feliz, borracho de ganas y ron, anticipándote a nuestra noche de pasión.

Mi espíritu errante, mi amante ausente, mi hombre caliente. Un frío vaho.

Aparco en frente de nuestro bar, entro y me tomo una cerveza a tu salud. Te imagino en otro bar, en esa otra cuidad lejana, haciendo lo mismo que yo. Los dos solos. Los dos juntos a la barra del bar. Te siento a mi lado. Me veo a tu lado. Y sé que mañana tampoco te llamaré y que tú tampoco me escribirás.

*¿Por qué los hombres aman a las cabronas?
pie de foto: composición, obra propia

13 comentarios:

  1. ¡Qué duras son esas ausencias! No quisiera estar en tu piel.

    De todos modos te diré que también las mujeres aman a los cabrones. Bueno, tanto tu frase como la mía son generalizaciones que, como tales, pueden resultar injustas en algunos casos. Pero sí que es verdad que hay una tendencia a anhelar aún más aquella persona a la que no se puede tener o que incluso te maltrata, aunque sea psicológicamente. Es como una especie de masoquismo. Y salir de ahí, de esa rueda que muchas veces no lleva a nada, cuesta lo suyo.

    En fin, Maga, a pesar de los pesares, te deseo un buen día.

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  2. Algo que no puedo entender, ni debo... Jodidillo me quedo.
    Besos, maga.

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  3. Querida Duschgel,

    Es verdad lo que dices, muchas veces tendemos al masoquismo, hay gente que lo lleva hasta los extremos. Cierto punto inalcanzable siempre motiva, se convierte en un reto, tanto para los hombres como para las mujeres. Existe esa creencia de que hay que hacerse la difícil, por lo menos eso veo en algunas amigas mías.

    Gracias, amiga, buen día a ti también.

    Un saludo

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  4. Hola Jesús,

    Un poco críptico...pero no te quedes jodidillo, por todos los dioses!

    Besos de vuelta

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  5. Hay ausencias tristes, pero también hay presencias insoportables. Supongo que todo es cuestión de buscar los puntos medios... y evitar las sentencias deterministas!

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  6. Querido Southmac,

    Totalmente de acuerdo! Presencias escalofriantes que no se te separan...un horror.

    Un beso

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  7. Sorry : Madrid es gris no Rojo. Lo sabe todo el mundo, en cualquier parte del mundo te lo dicen el reflejo de Madrid es Rojo.

    Ya lo sé, ya no eres inmensa cada día, acostúmbrate, volverás a serlo, siempre pasa. Quinientas ginebras y mil lexatines tal vez, pero siempre se pasa…

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  8. Hola Maggie, poco se puede decir sobre relaciones humanas... todo es discutible, todo es comprensible, y a menudo, jodidamente triste.

    Lo más importante es que no pierdas esa chispa ácida.

    Creo que en el amor, como en todas las cosas importantes, no consiste en ganar o perder batallas (si aportara mi opinión sobre lo que sí es nos quédabamos solos).

    Y los silencios, sin son frecuentes sólo indican incapacidad de diálogo... ¿Por qué será tan difícl que todos seamos felices?

    Ánimo, que todo llega.

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  9. Bueno, quizá la diferencia entre las presencias indeseadas y las ausencias que nos ponen de alguna forma nostálgicos, sea que la primera casi siempre se puede cambiar. La ausencia es impotencia y ante eso poco se puede hacer.

    Que sepas, Maggie... que me has estremecido con este texto. El dolor es que estremece, ya sabes.

    Un beso y brindo al unísono de tu cerveza en las tardes de Madrid (y mira que no me gusta demasiado el zumo de cebada).

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  10. Querido Federico,

    ¡Ójala tuviera respuesta a esa eterna pregunta!
    Tienes razón, su hay silencio, no hay forma de arreglar las cosas, el silencio duele.

    Adivina Elektra,

    Ese es el pensamiento que estos días me atormenta, pero tal vez un día, las cosas sean distintas. La próxima caña que me tome, pensaré en ti.

    Besos a los dos

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  11. Hola Maggie, es mi primera visita por tu blog y me has enganchado con tu relato... yo tambien he contado unos cuantos en mi blog...
    Yo creo o estoy seguro que esos amores que nos arrancan un pedaso de vida siempre van a estar con nosotros, de una u otra manera los recordaremos.... pero debemos entender que aquel dueño o dueña de aquel sentimiento ya noe stara mas y que la vida continua... y si abrimos nuestro corazon seguro llegara alguien que nos pinte la vida una vez de color....

    Te envio un abrazo y te espero tener de visita en mi blog.... y poder compartir historias...

    un abrazo y excelente resto de semana....

    JALE

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  12. Por qué en febrero incluso cosas tan sabidas suenan a sílabas cortantes y heladas?

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  13. Jale,

    Tienes razón, es así, creo que siempre el amor o el desamor nos deja huella. me alegro de que te guste mi blog, te visito ahora mismo.

    Ahora mismo no me veo capaz de abrir mi corazón, pero supongo que ese día llegará.

    Un saludo y feliz semana igualmente.

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confiesa aqui o en: lamagamaggie@gmail.com

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