hasta su tembloroso firmamento,
y tus pequeñas manos y las mías
robarán las estrellas.
Pablo Neruda, Los versos del Capitán, La rama robada
La luna está llena. Es enorme. Inmensa en el horizonte. Se pueden percibir sus cráteres con total claridad como las imperfecciones en la cara de una diosa adulta. Refleja nuestras sombras en el camino cuando salimos de mi coche a fumarnos un canuto. Paul se ha prestado a mi rito, nuestro rito: celebramos la llegada primavera, celebramos que estamos vivos, en esta época del año en la que se celebra la muerte de Jesús. Coincide también con la muerte del invierno, con el fin del sufrimiento que ha sido este infierno de ciclones. Por fin, podemos salir a la calle y ver la enormidad del cielo sin nubarrones.
En esta parte de Pozuelos de Ambición, que me ha traído mi instinto de oscuridad, se puede respirar el monte y no se ve un alma. No hay nadie. La luna, Paul y yo. La miramos los dos de frente, y hablamos de las cosas de la vida. Me pasa el porro, se lo paso yo. Desentrañamos los misterios de la existencia a caladas.
Menos mal que quedan algunos reductos sin la contaminación lumínica de los miles de farolas que ha plantado el Plan E de los cojones. La gente tiene miedo a la oscuridad y planta farolas -el dinerito de los contribuyentes es muy tentador, a su vez: más farolas, más pasta-. Ese miedo y esa ambición, no nos deja ver las estrellas. Es algo terrible en las ciudades, menos mal que en los pueblos todavía se puede mirar al cielo raso, tranquilamente. Pero cada día es más dificil, supongo que es más práctico que los ciudadanos miremos la tele. Así no nos haremos preguntas incomodas.
Nos callamos. La luna nos roba la palabra. El efecto del hachís hace que el espectáculo nos robe el alma. Paul me abraza la espalda, como para darme calor. Hemos salido a cuerpo y se siente la frescura de la noche. Es tarde y ha refrescado. Me arrimo a él. No hablamos. Mis manos descubren su espalda como si fuera un continente. Baja la cabeza y me besa con furia. Siento su lengua entrando en mi boca, hambrienta. Sus labios carnosos deboran los mios. Nuestros dientes chocan.
Me siento extraña ante el embiste, pero me excito en el acto. Me resisto y Paul me agarra aún más fuerte para ponerme frente a él, de espaldas a la luna. Siento su erección en mi vientre. Se me clava su deseo en el ombligo. Suelto lastre y cierro los ojos con más fuerza. Cuando los abro, la luz azul de la luna le ha transformado en un elfo del bosque, bello como la noche. Todas sus imperfecciones se difuminan. Nuestra pieles son azules y nuestro pelo es siempre negro entre los dedos. La saliva reluce en nuestros cuellos. Mis manos frías recorren su torso liso de jóven inverbe. Siento su vigor a traves de la piel. Ya no siento el frío. El silencio de la noche se hace eco de nuestros jadeos. Sus manos atrapan mis pechos, sus labios mis pezones. Mi espalda se curva sola y mis piernas se entralazan con las suyas. Alzo la pierna izquierda, para pegarme más a su dureza. Paul sujeta mi muslo, desde la rodilla hasta el culo. Arriba, abajo. Arriba y abajo.
Somos un monstruo negro y blanco, lujurioso, de cuatro brazos, tres patas y dos cabezas, en la noche de jueves santo. Invocando a la luna. Desatando nuestros cuerpos. Bebiendo nuestros fluidos. Lamiendo nuestras pieles. Comiendo nuestros sexos. Devorando nuestras almas. Mi aullido de placer rompe la noche serena. Su estertor satisfecho me devuelve a la vida tras morir en el orgasmo.
Tumbados boca arriba, en el campo, miramos fijamente al firmamento. Casi puedo escuchar lo tambores y las plagarias por nuestros corazones, entre nuestras respiraciones.
Hija mía, ¡que me he quedado nueva leyéndote! Hay que invocarle más a la luna, así, así, de esa forma que tan bien has relatado.
ResponderEliminarSiendo una escéptica, no puedo evitar creerme todas las historias sobre el poder de la luna y sus malas/buenas artes en las personas.
ResponderEliminarGracias por tu visita y por tu texto
Dusch, de siempre he sido una lunática, jajaja
ResponderEliminarUn beso y gracias por tu visita
Liar, me alegro de que esas un escéptica, yo también lo soy, sobre el poder de la Luna, yo sólo puedo valorar su poder erótico...y el de su poder para mover ingentes cantidades de agua.
Gracias a ti por venir a mi casa