Encomiéndate a Dios
de todo corazón,
que muchas veces
suele llover
sus misericordias
en el tiempo
que están más secas
las esperanzas.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) Escritor español.
Quiero ser justa con este post. Justa para conmigo, para con el blog, para con mis lectores y sobre todo justa con la persona de la que voy a hablar. En las últimas semanas una serie de acontecimientos, técnicos, de salud, electrónicos y sexuales han impedido que escribiera. Y es que en estos días he perdido mi conexión a internet, mi ordenador se ha bloqueado por un virus -ya me he comprado una vacuna antiviral, y he matado a todos los troyanos, en plan helénico-; he estado con la rodilla jodida por correr tanto, como ya me previno Southmac, y me he pasado dos fines de semana con el tipo que conocí en el Aperictoche aquella noche loca con la Gata Cata. Un montón de cosas que le voy a relatar a los píxeles y que espero hacer de forma justa y no demasiado larga.
Héctor, el tipo de la Chupa, mide uno noventa y tres, eso ya le pone en mi punto de mira para que entre dentro de la cueva cavernicola de mi entrepierna. Es delgado, de piel blanca y pelo muy negro, como me gustan los hombres desde hace cinco años. Al abrir sus pantalones como un regalo en el asiento de atrás de mi escoba, me sorprendió gratamente su contenido.
Tiene unos ojos marrones intensos que denotan su atigsmatismo, igual que el mío. Me ví reflejada en sus pupilas y me gustó lo que vi. Es atractivo, con ese puntillo entre macarra y moderno que tanto me mola, la verdad -y para ser justos- me pone bastante. Eso ya estaba claro cuando le entré esa noche a las seis de la mañana y le pedí un fin de semana de lujuria. Somos seres curiosos, los humanos, supongo que sus feronomas me avisaron que habría química ente nosotros, y la hubo. ¡Vaya si la hubo!.
Este guapo treinteañero, sin bautizar, natural de Alcalá de Henares, no sólo me enseñó su ciudad, cuna de Cervantes, sino me enseñó un mundo apacible y en paz, dentro de ochenta metros cuadrados. Me abrió la puerta a su cuerpo y su mente; por la que me colé como una niña perdida en el bosque tenebroso. La magia se desplegó y la niña se sintió inundada por la claridad que encontró. Esa niña perdida creyó cual gordo sancho lo que su quijote le contaba en su imaginario viaje. Creyó que tendría su isla, al final de la locura.
Sus dedos largos y perfectos de guitarrista aficionado, me penetraban y marcaban una melodía deliciosa en mis entrañas cual maestro musical. Sus movimientos de caderas de buen bailarín me llevaron mil veces al cielo de los mortales y su forma de regalarme el mejor fin de semana de mis últimos meses, hacen de Héctor uno de mis mejores amantes y merece alcanzar el palmarés de campeón despertando mis orgasmos dormidos por la lejanía de Emilio.
Para insistir en la justicia, he de decir en mi defensa que el buen sexo engancha. Así de simple. Engancha como todo lo bueno, nadie quiere dejar algo que le hace sentir tan bien. Y hay veces en la vida que uno se vuelve adicto. Como esas personas que llevan media vida a rayas, pero no a rayas tipo los uniformes del talego. Sino enfarlopados hasta las trancas, esos que no son capaces de dejarlo aunque saben que les está arruinado. Pues eso me pasa a mi con el buen sexo. Que siempre quiero más.
Pero también vi que debía ser fiel a mis principios, y que es mejor dejar las cosas al tercer o cuarto polvo. Porque ya sabemos todos, que todavía sigo tocada por el Capitán y su mástil.
Sin embargo también he de decir en mi defensa que Héctor no cumplió, y me dejó plantada un domingo perfecto de primavera después de dejarme más caliente que el cenicero de un bingo un sábado a las seis de la mañana. Y es que no soporto a la gente que no tiene palabra, y me joden los "dejaos" que no se molestan en avisarte cuando no pueden acudir a una cita. Estaba demasiado cansado, el pobre, y anuló nuestra cita a las siete de la tarde, le calló una buena, por mi parte.
En mi defensa, tengo que alegar que estoy bastante quemada con los hombres en general, y que le eché en cara cosas que tenía guardadas para el Sr. García. En el fondo no estoy preparada para estar con nadie, y el me dice lo mismo, que no quiere una relación. Así que aquí paz y después gloria. Lo único que me dá pena es que me divertía mucho con él, es un hombre inteligente y se sale de lo normal, lo cual es fácil dado el nivel actual. Quizás fue eso lo que tanto me puso de él.
El domingo pasado dejé de ir a la Sierra de paseo con mis amigos por la idea de una día entero en la cama con Héctor. En el fondo, fue culpa mía. Debí haberme ido con mis amigos y no haber tenido ningún tipo de expectativas referentes al Tipo de la Chupa -que aunque me aseguró un polvo celeste estaba demasiado cansado de tanta samba para cumplir-. Se entiende. Héctor cumplió su inicial promesa, la de follarme, y me folló hasta morir en su cama todo un fin de semana. Eso si. Yo ya estaba depilada y no tenía la regla. Menos mal. Espero que podamos retomar algún día la amistad que forjamos esas cuarenta y ocho horas de lujuria, risas, música, comida, coca-cola, astemia y pelis. Ahora que las cosas se han aclarado. Sólo esto en mi defensa.
Este muchacho se ve que también conoce a tu amiga la alemana: tres polvos y fuera.
ResponderEliminarSaludos.
si, bueno, eso parece. En el fondo, fue lo correcto. Sólo le tengo que agradecer, fue todo un caballero y tan listo como mi amiga la alemana. Un buen tío.
ResponderEliminarSaludos Desclasado, me alegro de tenerte de vuelta!
No, si yo estaba por aquí leyendo tus aventuras, es que no podía escribir...
ResponderEliminarMe alegra estés contenta.
¡Que guay¡
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