miércoles, 30 de diciembre de 2009

erase otra vez...

...a ver, a ver, ¿es por aquí que nos hemos detenido?. Si, creo que si, las Mariposillas del Destino me están soplando esta historia y a veces me pierdo.

El príncipe no podía explicarse el cambio en la princesa, que ya no fuera la misma de siempre. De hecho los cambios seguían prohibidos en su principado. Aunque la ley se tomaba ahora más a la ligera. La princesa estaba triste. El clima en el nuevo mundo era demasiado frío y sus gentes eran muy amables pero frías a su parecer. Además la princesa sentía que había perdido algo al abandonar su hermoso país. Ella ya no era la que siempre soñó con ser, se sentía perdida y atada. Pedía ayuda al príncipe que se ocupaba y preocupaba de todo lo que molestase a la princesita. Ella era muy suya y había sido muy admirada en su tierra, en cambio en este frío país parecía que la gente no sabía valorarla. Decidió no escuchar a su corazón triste y entregarse en cuerpo y alma a su amante esposo.

Por unos años logró ser la amante esposa que el príncipe adoraba. Pero como al corazón no se le puede engañar, de vez en cuando se la encontraba el príncipe en su alcoba suspirando mirando al horizonte tras el mirador. Como no entendía la añoranza de la princesa decidió que si tan mal estaba debería volver al reino perdido del sur por un tiempo. Eso asustó a la princesa que una vez más decidió ser lo que el principe quería que ella fuese. Pero ya no había solución. El amante principe no quería ver lo que le pasaba a la princesa, a ella le faltaba su calor, la pasión del principio, la aventura, se sentía atrapada en la torre y asfixiada en una corte rígida, con un principe que no quería ver sus propios defectos. Incapaz de reconocer un error y menos aún de cambiar por ella.

Se fueron separando sus corazones. El rencor creció dentro del alma de la princesa y la indiferencia dentro del corazón del príncipe. Ya no podía más la princesa de pena y un día paseando con su doncella conoció a un viajero jovial, que estaba de paso por el reino. Al hablar con el viajero su alma recordó otros lugares y días felices, se dió cuenta de que fuera de palacio había mucho por descubrir.

Pasado un tiempo, y después de varios meses sin hablar ya casi con el principe, que seguía a lo suyo, sin querer darse cuenta de lo que pasaba. Se armó de valor una fría mañana y uyó de palacio. Rió y saltó. Cabalgó hasta quedar exausta. Recorrío el principado descubriéndolo con otros ojos. Y fue en busca del viajero que le había escuchado.

El principe no pudo creerlo. Siete días estuvo sin dormir. Y después setenta. No entendía nada, no entendía el mundo ni a sus pobladores. Pero se contuvo mucho de enseñar su gran pena a sus súbditos o a sus padres, los reyes.  Pensó en la doncella que le había abandonado y luego en la princesa, decidió que el Amor no era algo de lo que uno pudiera fiarse pues cambiaba también a voluntad y renegó. Lo negó y negó hasta que lo creyó. El corazón del principé se heló y se hizo muy pequeñito, mientras se preocupaba más de las finanzas del principado, de cosas medibles y tangibles que no cambián nunca, como las caras de las monedas o las subditas alegres que le hacían olvidar a la princesa.

Se endureció, cuando un buen día recibió una carta de la princesa contándole lo feliz que era en el reino, libre y a sus anchas. El principe no reaccionó y la dejó ir sin un ruego para que volviera a su lado. Pensó: "si no me quiere como soy, no me va a poder querer nunca porque no voy a cambiar nunca. Y además no se puede evitar que te abandonen una vez, pero si se puede evitar que te abandonen una segunda. y está será la última vez que crea en el Amor, no habrá una tercera", se despidió de ella y del Amor en su corazón y en su vida....

Eso ya era mucho y alertó a las Mariposas del Destino que fueron a reportar a su jefe. Era un caso muy grave, porque renegar del Amor puede despertar a los Gnomos Verdes del Cínismo que son los custodios de La Gran Ista de Ego y eso no lo quiere nadie. Así que el Destino decidó que ya era hora de actuar y lo cambió todo.

Continurá...

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