Si amas algo déjalo libre.
Si vuelve es tuyo;
si no lo hace, nunca lo fue.
(Proverbio chino)
Cuando leo estas palabras en el libro que me ha dejado Pablo, doy gracias por tenerle como amigo. Ya es tarde y no puedo dormir. Prefiero escribir hasta sacármelo todo y poder volver a empezar. Es lo mejor de haber empezado este blog, la posibilidad de quitarme todos estos fantasmas de mi vida. Por lo menos cuando los describo ya no sólo son fantasmas dentro de mi mente. Son personajes. Una vez leí que la gente deprimida es la que empieza a escribir, y que los blogs habían salvado a millones de personas de caer en las redes de la depresión.
No creo que esté deprimida, pero sí sé que necesito arrancarme cosas, quistes emocionales que llevo dentro desde hace años. Esta es la mejor manera que encontrado de hacerlo. Lo mejor de todo es que me encanta y que cada día me surgen nuevas ideas. Siento que tengo algo que hacer, que ya no puedo estar sin contar historias. Tengo un compromiso conmigo misma y con el blog. Como si éste fuera una persona. Tal vez lo que me pase es que como no tengo un compromiso con nadie, me comprometo con la pantalla del ordenador. En este siglo XXI los blogs son como los confesores; parece que al hacer públicos tus pensamientos recibes el perdón de los millones internautas y ya no te sientes tan sola ni tan pecadora. O como los psiquiatras a los que les cuentas tus pensamientos para intentar curar tu mente. Bueno, por lo menos no tengo que pagar una millonada por una hora de terapia, ni tomar Prozac. Me basta con escribir cada noche una historieta de las mías.
Me va bien para dejar personajes y personas libres. Ahora leo con más atención, leo a los clásicos para intentar no poner faltas y saber dónde ponen ellos las comas. Aprendo nuevos sinónimos y palabras, intento tener mi propio estilo. Eso hace que quiera ser mejor y me da una razón para seguir mirando la vida a través las gafas mágicas de cristales violeta que llevo puestas. Para seguir creyendo en las personas y en el amor.
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