viernes, 18 de diciembre de 2009

dime las palabras mágicas

Los veo pasar, encerrados en sus pensamientos. Ellos y ellas. Arriba y abajo la calle, fumando un cigarrillo o hablando por el móvil. Son mi escaparate. Desde el mostrador y a través de los cristales de la tienda contemplo la calle helada como Alicia detrás del espejo.

Ellos aprientan el paso, al pasar delante de una tienda de ropa, camino del bar de la esquina. Ellas caminan más lentito, miran su reflejo en el escaparate. Se paran y al ver el supervestido de lentejuelas negras y plateadas comienzan a soñar.

Sueñan, con los ojos de su chico al verlas enfundanas de lentejuelas, bellas, radiantes y sexys. Sueñan, con que los ojos de ese compañero, que nunca las mira, se vuelvan hacia ellas en la cena de empresa. Sueñan, con que a los ojos de su marido, regresa aquella mirada de un Fin de Año del 88.

Todas sueñan, sueñan con la reacción de ellos. Ellos, en el bar se toman una cerveza tras otra con los amigos y sueñan con que este año el Madrid ganará la liga, con las tetas de la camarera y con el culo de la secre, con comprarse la moto de sus sueños para impresionar a la chavala del quinto. O ese reloj tan chulo que es mejor que el de su jefe.

Al llegar a casa, uno de ellos, encontrará la bolsa de la tienda en la entrada, "vaya, otro modelito" pensará.  Su mujer enfundada en un vestizado de noche con la etiqueta puesta preguntará la misma pregunta trampa de siempre:"¿qué tal estoy, cariño?". Si es un hombre inteligente, responderá: "divina, nena, igual de guapa que en la fiesta de aquel año". O algo parecido. Ella le regalará ese reloj con el que sueña él, y santas pascuas.

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