Un comienzo no desaparece nunca,
ni siquiera con un final
Harry Mulisch (1927-?) Escritor holandés
Hace ya tanto que no escribo. No es porque no tenga cosas que contar es simplemente una aguda desidia que se me ha metido en el cuerpo. Es como si de repente ya nada tenga sentido y reconozco que es una bobada. Si te paras a pensar y le buscas el sentido a todas las cosas acabas sin sentido, borracha en la barra del bar, subida en tacones de aguja de 10 cm y preguntándote que coño te ha traído a ese antro.
Eso mismo me preguntaba anoche. Y me lo he preguntado ya muchas noches en los últimos meses. A veces mirando el fondo de mi copa me he dicho que debería irme a casa y ponerme a escribir. En el fondo, mientras lo miro, pienso que no hay nada menos creativo que emborracharse un sábado cualquiera. Es lo menos creativo que se puede hacer, pero no puedo evitar seguir haciéndolo por lo menos una vez a la semana. Supongo que me dejo llevar. Es en ese sentido lo menos doloroso. Pero luego, el domingo, cuando me despierto con el cráneo lleno de algodón empapado en alcohol, me doy de cabezazos por ser tan idiota. Soy idiota por pensar que en cualquier momento las cosas van a cambiar.
Los cambios vienen si uno quiere, pero no se cambia como uno quiere y ni siquiera cuando quieres. Así que por mucho que quiera cambiar debo esperar a que el Sr. destino decida. Y eso me parece muy frustrante. Tanto que me bebo otra cerveza más. Como si no hubiera un mañana. Como si el domingo no existiera.
Supongo que debería contar algo de lo sucedido en todo este tiempo. Pero la verdad es que tampoco hay mucho.
Después de mi cambio de residencia, pasé el agosto más penoso que puedo llegar a recordar. La abuela de la maga se murió, a sus 102 años y eso me llenó el alma de tristeza y melancolía. La enterramos una tarde asfixiante de agosto. La Almudena estaba desierta y sólo las lápidas nos recordaban el frío.
Ha sido un verano duro. Sin trabajo, las horas de sol en la piscina de mi amiga eran mi única diversión. Así llegué hasta septiembre y a mediados me decidí a hacer una visita a unos amigos en la playa.
La idea de buscar curro y no encontrarlo, la muerte cercana, la crisis y el desamor, me calaron tan hondo que no he tenido ganas de contar todas esas experiencias. Y a lo mejor hubiera sido mejor, pero no podía.
A mediados de octubre conseguí un trabajo y decidí visitar a una terapeuta, y parece que ya me estoy animando otra vez. Espero poder seguir con ello y no dejarlo...haré un intento.