legionarios del infierno

Uno no se enamoró nunca, 
y ése fue su infierno.
Otro, sí, 
y ésa fue su condena.
Robert Burton (1577-1640) Escritor y clérigo inglés.

He pasado el día ordenando. He aprovechado que tenía que deshacer la maleta y he ordenado los armarios. Es algo que se hace en Alemania, se llama la Limpieza de Primavera. Se limpia toda la casa y se prepara para la llegada del calor. Se guardan los edredones de invierno y se ponen los de verano. Eso he hecho yo. He guardado los jerseys de lana gorda y los abrigos. He sacado las gabardinas y lo he colocado todo como si mis armarios fuesen una tienda fashion. Por colores y utilidades. Me he quedado como nueva, he descubierto cosas que pensaba se las había tragado el agujero de gusano cósmico que es mi fondo de armario.

Mientras ordeno, encuentro viejas cartas de amor, diaríos olvidados y fotos en blanco y negro de cuando era todavía veinteañera.Vaqueros de otras décadas, faldas que no me volveré a poner. Mucha nostalgia. Alguna alegría. Cuadernos del colegio, carpetas, apuntes y notas. Mi colegio. El Colegio Everest, en el Monte Claro, Pozuelos de Ambición, de los Legionarios de Cristo. Mientras miro mis malas notas descoloridas y las viejas fotos de carné con granos en la cara, salta en la radio la noticia de los abusos a menores de los Legionarios de Cristo y de los tres hijos de su fundador, un cura mejicano. Sesenta años después. Miedo me da pensar que tantos niños hayan pasado por sus centros. Yo dejé el colegio con 15 años. Les odiaba.

Me fui a un colegio laico y me fui de ser católica. Cambié mi educación, cambié mi religión.

Le doy gracias al Universo, por darme la oportunidad de verlos caer. Eso era algo que cuando era pequeña ni me pude imaginar. No me podía imaginar que esos cerdos un día cantarían. Y al comienzo de la semana santa, tan importante para ellos, para la liturgia católica. Confiesan lo inconfesable. Confiesan sus atrocidades. A lo mejor se piensan que con un billón de ave marías se les puede perdonar. Piensan que haciendo limpieza de primavera van a poder lavar su sucio nombre. Pero es que para el resto del mundo la confesión no es un sacramento, y para muchos de nosotros confesar, no significa perdonarse para poder volver a pecar tranquilamente. No. Para la gente normal el que la hace la paga. Punto. Cabrones.

El Infierno y el Cielo están en la Tierra. Estoy convencida de ello. A cada cerdo le llega su San Martin. Y a estos hijos de mala madre espero que les llegue el infierno en la tierra y luego ese del que tanto hablaban y con el que nos atormentaban. Después de su muerte, bajo tierra. Espero que ardan en ese puto infierno por Toda la Eternidad. Malditos curas folladores. Malditas mojas que lo niegan, lo permiten o miran a otro lado o se los follan ellas. Malditos todos los abusadores. Malditos los que predican una cosa y luego hacen todo lo contrarío. Sólo tengo un pensamiento en esta semana santa, santa: hijos de puta, curas y monjas de mi colegio. Cerdos, más que cerdos. Yo ya me olía que algo no iba bien y ahora se confirma veintitrés años después. Era como una secta. Era horrible. Espero que paguen por lo que hicieron.

Alabada sea mi diosa vengativa, he podido ver que se hace justicia y he terminado, por fin, de ordenar mis armarios, mi cabeza y hasta mi pasado. Parece que estoy también empezando a poner algo de orden en mi vida. Es viernes y saldré a honrar al dios Baco. A celebrar San Viernes y a ver lo que me depara la noche.

pie de foto: Dante Alighieri leyendo su poema. Domenico di Michelino 1465