miércoles, 10 de marzo de 2010

el mensaje de mefisto

Un caballero 
se avergüenza 
de que sus palabras 
sean mejores 
que sus actos.
Confucio (551 AC-478 AC) Filósofo chino.

El bar estaba lleno. Sin embargo, Simoneta y yo nos sentíamos en pleno desierto del Gobi. La veneciana había escuchado mi retaila de quejas al teléfono. Me estaba duchando para tomar la cuidad otra noche más, cuando me di cuenta que carecía de sentido salir.

La llamé para cancelar, para decirle que no tenía ni ganas de mojar las penas con gin, que el mundo era un lugar frío e inhóspito al que no quería salir. Después de llorarla al teléfono durante media hora a moco tendido, y de calmar mis hipos, se presentó en casa a buscarme.

Simoneta estaba feliz. Su Don Rodrigo le había mandado un sms desde la finca, donde se encontraba matando animales, para decirla lo siguiente:

Cara, haré lo posible por estar allí esta noche

Estuvo allí, pero no quiso verla. Tenía un virus de esos estomacales y prefirió pasar su dolor a secas. O eso dice. Simoneta sufre en silencio las almorranas de un amor de querida: vive sin vivir en si. Quiere a Don Rodrigo sin querer su modo de quererla. Sería capaz de vender su alma por el amor de Don Rodrigo, por su entrega y por su dedicación. O eso parece. Pero el señor prefiere quererse más a si mismo y no quiere una relación ad-hoc(sic.). O eso responde.

Le etérea Simoneta no quiere conformarse. Y eso la mata. Le quiere y no le quiere a la vez. Ya no ve nada más, ya sólo piensa en los momentos perdidos, apunto está ya de perder hasta la chaveta, por no decir la dignidad. Pobre veneciana, la adoro y sólo quisiera que pudiese ver y dejar de esperar.

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