viernes, 16 de abril de 2010

subir al cielo

El sabio es quien 
quiere asomar 
su cabeza al cielo; 
y el loco es quien 
quiere meter el cielo 
en su cabeza.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.

Sucedió otro viernes. Sucedió en otra cuidad. Sucedió otra primavera. Pero lo recuerdo como si fuera a pasar hoy. Estaba en Lisboa por trabajo. Íbamos a rodar un spot y a hacer las correspondientes fotos para nuestro cliente. Era un rodaje de seis días. Seis días con sus respectivas noches, buscando localizaciones, haciendo castings e intentando no morir de cansancio y estrés en el intento.

El equipo y yo nos alojábamos en un hotel del centro, el Petit Palace, un hotel pequeño, pero con pretensiones de un lujo caduco, habían ya pasado sus años de gloría. Estaba bien cuidado y sus empleados eran extremadamente educados. A mi los portugueses siempre me han caído bien, he visitado Portugal desde que soy una cría. Hasta he ido de Madrid a Lisboa, pasando por Cáceres en moto. Pero esa es otra historia para otro post. Mi habitación tenía una cama de dos por dos con un espejo, casi tan grande como la cama, justo enfrente. Estaba decorada con un estilo barroco, que le daba un aíre decadente, pero con todas las comodidades de la modernidad. La ventana daba a la entrada del hotel. Una calle poco transitada. Tenía grandes salones para las reuniones de trabajo y hasta hicimos algunas fotos a las modelos en esos sofás centenarios.

El trabajo en un rodaje no cesa. Hay mil historias que coordinar y hay otras tantas historias que salen mal, por mucho que las tengas planeadas y requete estudiadas. Es un trabajo que comienza muy temprano y acaba muy tarde. Ese viernes habíamos rodado en el campo, en una granja a dos horas de Lisboa y habíamos llegado rendidos al hotel. Mis compañeros decidieron irse a dormir directamente. Eran las diez de la noche, y Lisboa se despertaba en la noche. En los barrios, y sobre todo en el Barrio Alto. No quería perderme un viernes noche en la cuidad, por muy cansada que estuviese. Bajé al bar del hotel y pedí la cena. Estaba casi vacío, algunas parejas se miraban intensamente a los ojos telepáticamente transmitiendo los actos que les harían llegar al cielo al cerrar las puertas de sus habitaciones.

Cenaba sola. Un pescado delicioso. El camarero me trataba muy amablemente, ya me había visto esos días con mis compañeros de trabajo. Charlamos sobre eso y sobre Lisboa un poco en español, otro poco en portugués y otro en inglés. Cuando pedí mi café cortado habitual, el amable camarero me entró. No muy descaradamente. Me preguntó mis planes para la noche. Yo le contesté que me apetecería ver Lisboa by nite. Se ofreció a enseñármela, coqueto. Me quedé quieta un momento. Pensando. No dije nada. Se alejó de mi mesa con los platos sucios. Mientras llegaba el café le estudié. Medité unos cinco segundos las consecuencias. Era más joven que yo, pero no mucho más. Tenía un buen culo dentro de los pantalones negros, un poco ajustados para mi gusto. Pelo negro, algo despeinado y pinta de pillo, que intentaba disimular con refinamiento. Cuando me trajo el café le pedí un ron y cambié mi caída de parpados. Cuando llegó mi ron, me dijo agrandando la pupila de sus ojos verde oliva que le esperase en el salón de fumar, me llevaría de visita por los barrios de Lisboa.

No pensé en mis compañeros. Pensé que las oportunidades las pintan calvas. Le miraba mientras acababa mi copa tranquilamente, sin prisas. Él me miraba a la vez que miraba su reloj. Ahora era yo la que recibía mensajes dentro de mi mente. Telepatía de fin de semana, con desconocidos, en ciudades portuarias. Miré a mi alrededor a las demás parejas cenando. En sus ojos se podían oír sus deseos. Como en los míos. Me levanté y fui a mi habitación a cambiarme de ropa y a recoger un poco la leonera. Tenía la sensación de que iba a tener visita inesperada de algún extraño joven alto de ojos verdes.

Nos encontramos en la recepción. Tony, así se llamaba. Se había cambiado también y llevaba una camiseta gris de cuello algo ancho que destacaba sus hombros fuertes y vaqueros desgastados que no dejaban dudas sobre su culo de exposición. Salimos por las puertas giratorias en plan Lady Di y su amante aquella noche trágica parisina. Me dio la mano en la calle y a los tres minutos, en la esquina con la farola rota, me comió a besos. Olía a gel de ducha. Olía a ganas y a noches limpias de primavera en ciudades europeas costeras.

Subimos a lo más alto, del barrio, de nuestros labios, de nuestras manos, de la cuidad. Los bares y los locales entraron en nuestras venas. Las palabras flotaban con acentos en varios idiomas. Los mordiscos ansiosos subían los caminos ocultos por cremalleras de vaqueros.

Cuando tomé su hermoso miembro dispuesto entre mis manos dispuesta a devorarlo, me vi reflejada en aquel espejo rococó, enfrente de esa inmensa cama. Pensé que hay veces que compensa trabajar. Un pensamiento ligero poco antes de perder la noción del tiempo y del espació ante sus embestidas, que me llevaban mucho más alto aquel barrio famoso.

Al amanecer mi habitación parecía más que nunca una leonera. Dos leones, una cama, un espejo y ropa despedazada. Oí a mis compañeros en la calle, me asomé a la ventana y vi salir a Tony por la puerta del hotel mirar furtivamente a mi ventana, y bajar calle abajo sin saludar. Mientras, la furgoneta cargada de trabajo y compañeros, me esperaba para otra jornada de locos, pero no me importó. No me importó nada ir a trabajar un sábado entero por las calles de Lisboa. La noche de ese viernes compensaba con creces las fatigas de ganar el pan con el sudor de la frente, o de otras partes menos dignas.

pie de foto: Foto propia, Lisboa

5 comentarios:

  1. las oportunidades no hay que dejarlas pasar;)

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  2. Hola Alfonso, eso mismo pienso yo, mejor arrepentirse de lo que has hecho que de lo que has dejado de hacer...

    Un beso

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  3. "Aaal compás del chacachá..."

    ¡Mierda! Después de leer no me puedo quitar la canción de la cabeza.

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  4. Hola Desclasado, es curioso que tengas música en la cabeza, siendo este un blog sin música...eso me gusta, poder despertar varios sentidos con mis historias...

    Un saludo

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  5. Si la canción fuese chula hasta te lo agradecería.
    Bueno, en serio, ya que sale el tema: a mí también me gusta (o gustaba) Portugal. La primera vez que fui también fue en moto, con una Vespa que traía la novia incluida.
    Digo ¿me gustaba? porque me sigue gustando, pero desde esa primera vez de la noviavespa, hace ya años, ha cambiado mucho y para perder "sabor". Supongo que a España le habrá pasado igual, pero al vivirlo yo al día no aprecio el contraste.
    Pero bueno, hace 2 años aún pasé una nochevieja en Alcoutim donde el único instrumento en una nave agrícola era un acordeón que tocaba un tipo subido a un cajón. No me hizo falta más. Bueno, sí, las cervezas muy baratas.

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confiesa aqui o en: lamagamaggie@gmail.com

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