miércoles, 24 de febrero de 2010

el caballero errante

Se llama matrimonio de conveniencia a un matrimonio de personas que no se convienen en absoluto.
Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.

El Sr. García acababa de dejar a su mujer, una brasileña dulce y escultural siete años menor que él, en su nuevo apartamento en Cara van Angel, lugar conocido por su antigua penitenciaría, los ángeles caídos de nuestra sociedad solían pasar unos años a la sombra en ese bonito lugar.

La mujer del Sr. García le había anunciado seis días antes su intención de abandonar el nido familiar por diferencias irreconciables. Se lo dijo sin tapujos un buen domingo de mañana. El Sr. García no entendía las razones de su amante esposa para dejarle compuesto y con hipoteca, pero aceptó sin rechistar los deseos de su mujer. Al fin y al cabo se habian casado siete años antes sin comentárselo a nadie y por razones puramente emigracionales. Hablando en plata: por los papeles. El Sr. García conoció a su muy amada esposa en un viaje de negocios a San Pablo, bonita cuidad del reino de Brazila conocida por su número de habitantes y su alto nivel de criminalidad.

El Sr. García cayó totalmente enamorado bajo los encantos de esa joven beldad y sin pensarlo mucho ni consultarlo con nadie, ya que el amor es así, la convenció de que se fuera a Las Fosas de Maggiz con él y contrajo matrimonio civil en gananciales, para que ella gozara de todos los derechos.

Unos años después vendió su propia casa en Las Fosas y compró, ayudado por sus padres, un lindo nidito de amor en Torre de los Ogrones para poder vivir como un matrimonio funcional, en una linda urbanización llena de felices familias. Compró un coche a su mujer, ya que su preciado dos caballos no pasaba de ochenta. Compró platos y vasos. Compró ordenadores para que su mujer fuera diseñadora y compró collares para que su mujer los pudiera vender. El Sr. Garcia compró y compró. Pero a su mujer eso no le satisfizo. Y sin mediar muchas palabras (tampoco es que hablara muy bien castellano), tras siete años de plena convivencia, se piró. No sin antes pedirle al buen Sr. García que durante un tiempo hiciera como si nada porque a su señora madre no le había dicho nada de su insatisfacción en el matrimonio.

El Sr. García, de buena gana, ayudó a su mujer en el barrizal de la mudanza y, de buena gana, se presentaba los domingos en el nuevo apartamento de su mujer para saludar a su suegra por Skipe en San Pablo y asi hacer creer a la buena señora que su hija seguía compartiendo lecho con el Sr. García. Todo lo hizo el Sr. Garcia que enamoradísismo estaba de su mujer. Se quedó con los gatos de su mujer, más bien hijos según ella, fruto de su maravilloso matrimonio, que sin reparo alguno dejó a cargo del Sr. García. De buena fe, el recto Sr. García, fue al psicólogo para indagar en las causas de su ruptura aconsejado por su amante y deprimida esposa. Creyó a fe ciega, lo que su evadida mujer le contó: que no fue por otro señor que la buena moza abandonara la maravillosa vida que le había ofrecido, la razón era el carácter frío del Sr. García.

Esa triste noche, y después de sacar todos los enseres de su señora del, hasta entonces, domicilio conyugal, el cual se había quedado más vacío que una sala de una galería minimalista; miró a su alrededor y vio que estaba sólo con los dos gatos de su mujer. Fue a por su portátil del trabajo (los ordenadores de mesa de la casa, dos, para ser exactos, se los había llevado su mujer junto con todas las fotos de su vida en común) y se inscribió en Meetic.

El mensaje del Sr. García era claro y no dejaba lugar a dudas. Nunca puso su perfil real, ni siquiera dónde realmente vivía, ni puso una foto ni su edad real. Todo ficticio. Ni mucho menos avisó de sus reales intenciones. No quería que su mujer o alguna amiga le reconocieran. Preparó bien su trampa y comenzó a entrar a toda incauta que quisiera escuchar sus aventuras. Había mucho que calzarse después en estos siete años perdidos haciendo de marido enamorado y un mundo lleno de hembras hambrientas de amor le estaba esperando.

Eso si, él siempre estuvo muy, pero que muy, enamorado de su mujer y siempre creyó en la validez de un compromiso de por vida. Hasta que abríó la tapa de su ordenador y se mareó con lo que el mundo virtual podía ofrecerle, perdido entre millones de perfiles de mujeres dispuestas al desenfreno y la lujuria.

A los seis meses de su abandono, la futura ex mujer del Sr. García le anunciaba que había conocido a otro buen señor y que necestitaba el divorcio expres sin demora. Por supuesto, el nuevo dueño de su corazón entró en la vida de la mujer del Sr. García varios meses después de su marcha. Eso jamás lo pone en duda el Sr. García y por tal hecho se siente totalmente afortunado y ha decidido que es mejor vivir independiente y pagar por follar (la cuota de Meetic, se entiende, o las cenas románticas o el cine). ¿Pero no es eso lo que siempre ha hecho el Sr. García?

pie de foto: Magritte

5 comentarios:

  1. Mi querida Maggie. Ya tengo otro idolo al que adorar: al Sr. Garcia.

    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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  2. Mi querido Sr. Gilipollas, cómo Ud, bien sabe, adoro al Sr. García y entiendo perfectamente que Ud. también lo haga, por que es el hombre más digno de admiración de la tierra y mi amado caballero.

    A su pies, señor mio.

    La Maga Maggie

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  3. Me uno al club de admiradores del señor García, todo un Crack sin duda.
    Me pierdo en tus frases Maggie es un placer leerte, un blog sin duda para escudriñar hasta el último rincón, asi lo haré un beso.

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  4. Me encanta como escribes! Gracias por pasarte por mi blog!

    Un abrazo ;)

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  5. Doloralfa, pues vamos a tener que hacer un club de fans, yo como fan nº1. Muchas gracias por tu comentario, sólo puedo decir lo mismo de tu blog. Bienvenido a mi casa.

    Un beso

    Manzanero, muchas gracias por tus palabras, me gusta como escribes también te seguiré pasando a visitarte.

    Otro abrazo

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confiesa aqui o en: lamagamaggie@gmail.com

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