Supongo que el Destino quiere que haga memoria, que recuerde dónde fallé, para que no se me olvide. O tal vez pretende enseñarme donde los demás fallaron, o me fallaron. En menos de tres días he coincidido con dos ex. Uno hacía veinte años que no le veía y el otro sólo tres. No ha sido en el Facebook o cosas así, ha sido en carne y hueso.
El jueves bajé a las Fosas de Maggiz a ver a Chelo, que quería que le echase las cartas. Madre mía, esa mujer necesita asesoramiento, en cuanto a hombres se refiere, y suponemos que las cartas le ayudarán a ordenar su colección de hombres. Si, porque Chelo está en bonanza y le salen pretendientes de debajo de las piedras, nos reímos mucho. Yo me parto con las historias de esta chica, que no sólo es guapa, sino que muy divertida e inteligente. Mi vida sexual parece un desierto al lado de la suya, por eso le pide consejo al tarot para ver quién de los guaperas tiene futuro, no es que eso ayude demasiado, pero si es cierto que el tarot o hablar con las amigas puede despejar una cabecita loca como la suya.
Cuando nos fuimos a despedir de unos amigos a la barra, en la terraza del restaurante de mi madre, me tocaron el hombro. Al darme la vuelta me encontré con los ojos de Nano, y su nariz, que sigue siendo enorme. Estaba igual, pero con cuarenta, con todo su pelo y sin barriga, lo que me dio a entender que no se había casado. Me hizo mucha gracia, fuimos novios cuando yo tenía 16 años y por un par de meses, hasta que intentó liarse con mi mejor amiga. Nunca hubo sexo, pero el chico me dio mi primer desengaño de adolescente. Era un ligoncete y se ha visto que veinte años después lo sigue siendo. Nada más notar esas vibraciones y notar que me tenía en su punto de mira de cazador experimentado salí huyendo con la excusa de llevar a Chelo a casa. Y me fui, sin mirar atrás. Ya sé lo que son las cuentas pendientes y la verdad es que no me apetece pagarlas más.
Otro encuentro con el fantasma de pasado lo tuve el domingo en la plaza de un pueblo de la Sierra madrileña, en Becerro de Oro. Había quedado con Zaca Ventura, para ver el partido. Me apetecía una jornada tranquila después de la locura del viernes -con chulazo incluido-. Si, al final he seguido el consejo de Desclasado, y me he pegado un buen polvo, uno de esos de aquí te pillo, aquí te mato. El chaval estaba bien, y además era divertido y guapo. Pero no me siento para nada diferente. Sólo tengo agujetas en el culo. Pero había que probarlo. Y, bueno, es como todo lo que se consume. Siento tratar a alguien como un bien de consumo, pero ya es hora de que lo haga, después de que llevan haciéndolo conmigo un montón años. No dejé que nada influyese. Fue pura gimnasia sexual, y la verdad, eso simplemente cansa. Tengo un montón de agujetas.
Bueno, por dónde iba, si, como el viernes no había dormido nada practicando el viejo deporte de cama. Decidí que sería bonito visitar a Zaca en su pueblo, y ver juntos el partido. Zaca y yo salimos hace años, y después tuvimos un par de años sin vernos. Hace un año recuperamos la amistad y la verdad es que no me arrepiento de volverlo a tener en mi vida. Me encanta su forma de ver la vida y su manera de hablar. Con Zaca se puede hablar, tiene ese encanto de escritor que escucha, y que cuenta. Estábamos en plena plaza del pueblo, cuando saluda a una chica preciosa de ojos azules, ella amable y abierta se acerca a saludar. Yo, que no llevaba las gafas, no me fijo en la gente de la mesa de al lado. Pero luego oigo mi nombre, a lo lejos. Y quién lo pronunciaba. Jota. No, no. Yo que pensaba que había salido para siempre de mi vida. Hace años dejé de cogerle el teléfono. Jota es así. Me utilizó durante meses como bien de consumo. Yo me fui quedando con él. Hasta un día que me dije: no más. No volví a cogerle el teléfono. Jota no fue por la vida diciéndome que quería que fuésemos amigos, ni nada. Jota me llamaba para follar. Y punto. Yo era tan tonta en la época que pensaba que a fuerza de polvos se enamoraría de mi. Pues no, esa lección la aprendí con él.
Durante el partido vi sus miraditas, noté como me apuntaba. Seguro que ya tenía pensado como volver a atraparme, en plan remate de pieza herida. Pues él a mi no me gustó nada, pasada la pasión. Eso es lo que he sacado en claro, que no sé ni como pude estar con él. Totalmente ciega. En realidad soy yo la que siempre elige mal a los hombres de mi vida. Después de ver a estos dos cazadores, me doy cuenta que siempre los elijo difíciles, prácticamente imposibles. Eso lo hago desde siempre. Está bien poder ver dónde hemos errado. El Destino me cae bien, y me enseña las piedras, me ilumina el camino.
Veremos si en el futuro soy capaz de distinguir entre un
hunter o un
farmer, que son las dos categorías de hombres que un amigo me explicó hace un tiempo. Hay mujeres -yo, entre ellas- que sentimos fascinación por los
hunters. Aunque siempre es mejor un
farmer. Un
farmer te cuida para matarte, un
hunter te persigue hasta matarte.